En el número 235 de la revista Vida Manchega correspondiente al 5 de agosto de 1919 aparece un artículo firmado por el periodista José Sarachaga Lorente titulado “Impresiones de un viaje por la llanura”. En él relata las sensaciones que le produce un viaje en tren que realizó desde la estación de Ciudad Real a la de Manzanares y, en carruaje, desde esta última localidad a La Solana. Además de ir describiendo los paisajes por lo que transcurre el viaje, explica las sensaciones que le produce lo que ve en cada una de las estaciones en las que el tren hace parada. Así habla de Miguelturra, Almagro y Daimiel, además de Manzanares y La Solana. Extraigo el fragmento en el que habla de Miguelturra:
Apenas
hemos subido al tren—un tren mixto, con un material pésimo, —seguramente no han
transcurrido cinco minutos, llegamos a la estación de un pueblecito: es Miguelturra.
Enseguida se os alcanza una pregunta ¿por qué habrán edificado la estación al
lado opuesto del pueblo? luego miráis por la ventanilla el hacinamiento de
casucas y chozas que a primera vista se presentan. El aspecto general es feo,
una torre enorme redonda, levanta su cúpula en ruinas sobresaliendo de los
demás tejados, esa torre es toda la techumbre de una iglesia, de la antigua
iglesia del Cristo que hace muchos años hundíase para siempre... aunque ha
habido muchas veces un santo deseo por reconstruirla. Los miguelturreños tienen
un gran entusiasmo por ver levantada la iglesia del milagroso Cristo, tienen
tanto o más entusiasmo que por su Virgen de la Estrella. Miguelturra es un
pueblo bastante grande, pero muy poco urbanizado. Vive de lo que viven casi
todos los pueblos de la Mancha, es esencialmente agrícola y produce algo, poco
en vinos. Es realmente extraño que tan próximo a la capital, con la que tantas
relaciones mantiene aparezca un poco inculta y no se deje dominar. Además,
entre ambos pueblos existe un rencor antiguo, debido a su rivalidad de abolengo
calatraveño, hasta el punto de que en Miguelturra no se transija con la visita de
un ciudarrealeño, que tranquilamente circula por las mal empedradas calles; los
chiquillos le arman una gritería, se ríen a hurtadillas, los mayores y diríase
que hasta los perros se conjuran para salir a su paso estorbándole el andar con
aullidos famélicos. Y menos mal que ya parece alentar en los churriegos otros
entusiasmos... verdad es, que viven abandonados sin más protección que la de un
ignominioso cacicato, depósito de medros, de pasioncillas y de viles venganzas,
alimentadas por cerebros obtusos, que no tienen más fuerza que la de su
dinero...
En su descripción Saráchaga, no deja una visión muy positiva
de casi ninguno de los lugares por los que transcurre su viaje, aunque es
cierto que va suavizando los términos según se va acercando al final del artículo
y el último pueblo, La Solana, es el que más elogios se lleva. No obstante, la
sensación que da es la de estar viajando por una tierra dejada a su suerte y olvidada
por los políticos y de ahí ese aroma a decadencia que fluye de sus letras.
Con respecto a Miguelturra, considerando que todas las opiniones
son respetables, si me gustaría hacer algunos apuntes. Lo primero que llama la
atención es que una persona que residió y fue criada en Ciudad Real habla en
este artículo de Miguelturra como una desconocida, como si no hubiera estado
jamás en ella o nunca hubiera pasado por sus cercanías, aunque por lo que luego
expresa no fue así.
La primera crítica es para el lugar donde se situaba la
estación y la hace sin tener en cuenta que las poblaciones se construyeron
antes que la red ferroviaria y que, normalmente, esta fue proyectada para ser
lo más directa posible y no para pasar por el centro de todos los pueblos y
ciudades.
Luego habla del aspecto de las construcciones que veía desde
la estación y las trata de “casucas y chozas hacinadas”. Ciertamente no creo
que esa vista fuera muy diferente a la de los extrarradios de la mayoría de pueblos
españoles en esa época, seguramente ocupadas por pequeñas construcciones de la
gente que se dedicaba a la agricultura y/o a la ganadería.
Sí es bastante comprensible la mala impresión que debió
causar a cualquier visitante el ver la cúpula de la torre del Cristo, nuestra
Torre Gorda, en un estado ruinoso y calamitoso. Recuerdo que hasta el año 1931
no finalizó la restauración de la cúpula que surgió por iniciativa del que fue
médico de Miguelturra y hermano mayor de la hermandad del Cristo de la Misericordia,
Casio Clemente, y que contó con la colaboración de todo el pueblo. Igual tras
esa fecha la descripción hubiera sido otra muy distinta… o no.
Sigue su artículo con dos manifestaciones algo obvias, que
Miguelturra no está muy urbanizada y que la mayor parte de la población de
dedicaba a la agricultura y a la ganadería. Hasta aquí se puede decir que hace
una descripción “objetiva” de lo que vislumbra desde la estación, pero desde
este momento, con la frase “Es realmente extraño que tan próximo a la capital,
con la que tantas relaciones mantiene aparezca un poco inculta y no se deje
dominar” ya deja caer que sí que conocía Miguelturra y que seguramente, alguna
cuenta pendiente tendría con algunas personas del municipio. Lo de gente inculta
no es rebatible, ya que el grado de analfabetismo en esa época aún era muy
alto, pero lo de “no se deja dominar” ya levanta muchas sospechas. ¿Por quién y
por qué se tendría que dejar dominar?
Luego hace referencia a la antigua rivalidad desde tiempos
de calatravos y realengos y continúa con el mal trato que, según el autor,
daban a los ciudarrealeños en Miguelturra. Desde los niños a los mayores
pasando incluso por ¡los perros! que seguro olerían la procedencia del
visitante.
Para finalizar, aunque augura un atisbo de salvación para los
miguelturreños, nos desvela el quid de la cuestión tratando a la clase política
local de caciques, medrosos, vengativos, tontos y otras lindezas más.
Efectivamente alguna cuenta pendiente tenía en Miguelturra.
Para finalizar y como curiosidad, según consta en el Boletín del Instituto Nacional de Higiene de
Alfonso XIII del 31 de marzo de 1913, José Saráchaga fue mordido por un
perro en su pierna izquierda, hecho por el que me asalta una gran duda: ¿sería un perro churriego el que le mordió?
José Sarachaga
Lorente nació en 1894 (Boletín del
Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII 31.3.1913). En junio de 1913
obtuvo el título de bachiller en el Instituto de Ciudad Real (El Pueblo Manchego 13.06.1911). Perteneció
de forma activa, realizando declamaciones y conferencias, a “Los Luises”,
congregación mariana juvenil fundada por los Jesuitas con dedicación a San Luis
de Gonzaga (El Pueblo Manchego
27.11.1911). También fue secretario de la organización Juventud Conservadora de
Ciudad Real que presidía Luis Barreda (El
Pueblo Manchego 17.02.1913).
Como periodista, en 1915 colaboró con sendos artículos en los
números 20 y 24 de la revista decenal editada en Ciudad Real, Pero Grullo. Desde 1918 trabajó como
redactor de la revista Vida Manchega
de Ciudad Real (Vida Manchega
30.12.1918). Formó parte de la Asociación de la Prensa de Ciudad Real como
vocal (El Adelanto 13.01.1919). Dirigió
en 1921 el periódico de vida efímera editado en Ciudad Real, Regeneración. En agosto de 1922 dejó su
cargo de redactor-jefe en Vida Manchega al trasladarse a Madrid en agosto de
1922 (El Pueblo Manchego 30.08.1922).
Colaboró con artículos en las siguientes publicaciones: Heraldo de Zamora (1913), Adelante (1913), El Defensor. Almodóvar del Campo (1921), El Correo de la Mañana (1922) La
Correspondencia de España (1922), Vida
Nueva (1922) y La Voz (1924). En
la edición del 30 de noviembre de 1924 de este último periódico hay un
comunicado del mismo en el que aclara que José Sarachaga Lorente no es redactor
del diario, solamente un colaborador ocasional.
En 1935, con ocasión del Día de Todos los Santos, participó
en un homenaje de la Asociación de prensa de Ciudad Real a los compañeros
fallecidos (El Pueblo Manchego 02.11.1935)
Como conferenciante tuvo repercusión la charla que dio en
Ciudad Real en diciembre de 1918 sobre el problema con el abastecimiento de
agua de Ciudad Real (La Correspondencia
de España 29.12.1918)
Compuso dos obras teatrales que fueron estrenadas en Ciudad
Real durante 1922: “La paz del cariño” (El
Pueblo Manchego 12.06.1922) y “Vibraciones de Yermo” (El Pueblo Manchego 02.11.1922)
En 1921, con su trabajo “Remembranzas”, obtuvo el premio del
concurso de relatos organizado por la revista Juventud Manchega.
La publicación Vida Manchega fue una revista
literaria e ilustrada, pero también de información general, con profusión de
información gráfica de las provincias de Ciudad Real, Albacete, Toledo y
Cuenca. Comenzó a publicarse en Ciudad Real el siete de marzo de 1912, aunque
inicia su numeración el cuatro de abril, siendo su fundador, propietario y
director artístico Enrique Pérez Pastor, en cuya imprenta y taller de grabado
se estampaba, y el director literario, el maestro y escritor Isaac Antonio
Vicente, que había dirigido el diario católico El pueblo manchego (1911-1936) y
firmaba sus textos periodísticos con el seudónimo Aviceo.
En entregas de dieciséis páginas, aparece con una
periodicidad semanal (jueves), ocupando su portada una gran fotografía. Además
de textos de creación literaria (en prosa y en verso), de ciencia, arte,
patrimonio arquitectónico, escultura, bibliografía, ofrece otros de la vida
oficial, social y cultural, y sobre educación, industria, minería, comercio,
agricultura, reforestación, tradiciones, carnavales, fiestas, semana santa,
sucesos, teatros, toros, etc., tanto de la vida de las capitales como de
destacados pueblos manchegos, a través de gacetillas, comentarios, crónicas, o
reportajes. Las cuatro páginas centrales son generalmente ocupadas por
fotografías, pero también acompañan a los demás textos, con reproducciones
pictóricas, dibujos, paisajes, vistas y sobre todo retratos de autoridades
políticas, administrativas, religiosas, culturales y de periodistas.
Entre sus redactores y colabores estuvieron Francisco Sastre
Moreno (que figura como redactor jefe en 1914), José Subirá (como crítico
musical), Ángel Corrales (autor de la sección “Vulgarizaciones científicas”),
Rómulo Muro, Ricardo Martínez Franco, B. Sánchez de León, Epifanio Sánchez
López, Rafael López de Haro, Arturo Gómez-Lobo, César García Valiente, Julián
Morales Ruiz, Luis Tablanca, Antonio Maján Pinilla, Gabriel García Maroto,
Leocadio Martín Ruiz, Antonio Heras, Manuel Camacho Beneytez, José A. Luengo,
Gerardo J. Algarra, Alberto García López y Rafael Ramírez Arellano, entre
otros, así como Fernando Franco (corresponsal desde Albacete) y César Huerta
(desde Cuenca),
Desde el diez de julio de 1914 aumentó hasta las veinte
páginas, incrementando al mismo tiempo sus anuncios publicitarios, a la vez que
su periodicidad se hizo quincenal y se subtitula “revista regional ilustrada”.
Tras el fallecimiento de Antonio Vicente, el 26 de noviembre de 1917, al año
siguiente se irán incorporando las firmas de Alberto García López, Francisco
Colás, Ángel Dotor Municio, José Saráchaga,
José Cerro Rodero y Francisco Tolsada. Si al principio había publicado dibujos
de Ángel Andrade, ahora los publicarán Francisco Adán Cañada y José J. de la
Higuera.
El número 255 es el último de la colección y corresponde al
diez de julio de 1920. Este mismo año y con el mismo título comienza a
publicarse y a imprimirse en el taller de Enrique Pérez Pastor un diario
vespertino independiente de carácter republicano, hasta 1932.
Fuentes:
Vida Manchega 05.08.1919
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