El pasado 15 de julio tuve el honor de realizar el pregón que inauguraba las ferias y fiestas del Barrio Oriente de Miguelturra del año 2025. Transcribo a continuación el mencionado pregón:
Concejales, presidentes y miembros de la Asociación
de vecinos y de la Hermandad de Nuestra Señora Virgen de la Salud, vecinos y
vecinas del barrio, miguelturreños, miguelturreñas y visitantes en general. Buenas
noches, bienvenidos y gracias por estar aquí.
Felicitar, en primer lugar, a damas y zagales de estas fiestas, vosotros sois el futuro. En segundo lugar dar las gracias a las personas que pensaron en mí para poder realizar este pregón inaugural de las fiestas del barrio Oriente de Miguelturra 2025, en especial a Pilar. Lo cierto, es que cuando Santiago me lo propuso, me sentí, por un lado, honrado y halagado, por otro responsabilizado, pero también un tanto sorprendido por el ofrecimiento. De hecho, mi primer pensamiento fue: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Lo cierto es que no tengo ni la más remota idea, yo solo puedo explicaros quién soy, de dónde vengo y a dónde voy.
Soy hijo de Antonio el pintor y Luisa Espinosa, nací en este
barrio, en concreto en la calle La Corte, en una casa en la que crecí junto a mis
abuelos paternos, Ángel y Juana, y mis hermanas. En el barrio he permanecido
casi toda mi vida. En la calle La Corte hasta que me casé con mi compañera de
vida, Conchi. Ambos comenzamos nuestra aventura vital en otra calle con
solera, la calle Perlerines, pero tras seis años aproximadamente regresamos,
ahora, a la calle Oriente en un terreno que antes había ocupado lo que
llamábamos “casa vieja”, una casa que hacía honor a su nombre y que habían
comprado mis padres a finales de los años 70 del siglo pasado y en la que
tenían; además de varios tipos de animales de corral, un pequeño huerto,
trastos de pintura y el mítico coche 4L; una cocina que sirvió para juntas de
familiares y amigos en muchas ocasiones. A esa casa, ya nueva, nos trasladamos
junto a nuestro hijo Sergio (que, aunque voló pronto del nido, regresa al
barrio siempre que sus obligaciones profesionales y personales se lo permiten,
de hecho, hoy está por aquí). Posteriormente también vino a vivir a la casa y
al barrio Gabriela, mi suegra. Y desde entonces vivimos en ella dichosos,
felices y orgullosos del barrio en el que está situada y de la gente que nos rodea.
En cuanto a mi trayectoria, tras cursar E.G.B., B.U.P y
C.O.U., estudié Magisterio y, tras pasar por varios trabajos, llevo ya doce
años en la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real. Tengo varias aficiones como son el deporte
(pertenezco al club Fondistas de Miguelturra) el cine o la música (alguna pista
al respecto he dejado y dejaré) y, sobre todo, desde que tengo conciencia he
sentido gran curiosidad por la historia, la etnología, las costumbres, el
patrimonio y las formas de vida del pasado… pero, fundamentalmente la del
entorno más cercano; Miguelturra y sus alrededores. Por ello, uno de mis
pasatiempos favoritos desde que me alcanza la memoria ha sido y es el de
investigar y recopilar información al respecto y, ya hace unos años, decidí que
la información guardada no servía para nada, así que me propuse ir divulgándola…
y en esas sigo en la actualidad, investigando y divulgando, o al menos intentándolo.
En este ámbito, me honro pertenecer a la Asociación Cultural Malastardes que,
desde hace unos meses tiene su sede en este barrio, concretamente en su centro
cívico, uno de los muchos logros del barrio.
Cuando te plantean un reto como este surgen dudas sobre cómo afrontarlo, afortunadamente se disiparon rápidamente cuando empecé a recurrir a la memoria y recordar situaciones, personas, edificios, lugares, curiosidades del barrio.
Por ejemplo, recordé a mi padre y a todos los hombres que me
rodeaban saliendo de casa al amanecer y regresando ya de noche después de pasar
el día entero trabajando, ya fuera en el campo, en su oficio o en sus pequeños
o grandes negocios. De sol a sol y casi sin descanso. Y todo ello afrontado con
una alegría y una vitalidad inmensa.
Y como no recordar a las mujeres que han sido,
son y serán pilar fundamental e imprescindible de sus casas, del barrio, del
pueblo y en realidad, del mundo Todas eran, como mi madre, amas de casa, un
trabajo tan valioso como poco reconocido, pues se encargaban de la limpieza,
cocinar, comprar… de todas las tareas domésticas; pero también eran las que se
encargaban de las tareas administrativas y del cuidado y la educación de sus hijos e hijas. Encima las había
que trabajaban fuera: limpiando en casas ajenas, en labores agrícolas y
ganaderas o ayudando e incluso siendo pilares fundamentales de los negocios
familiares.
En conjunto, nuestro barrio siempre ha sido de gente humilde y trabajadora, de esas que no se rinden y sacan adelante lo que se proponen con esfuerzo y corazón. Un ejemplo claro de ese espíritu es la Ermita de la Virgen de la Salud, inaugurada en 1995 y construida por los propios vecinos en su tiempo libre, después de sus largas jornadas de trabajo y quehaceres diarios.
Otro de esos recuerdos que, con perspectiva, me parece
extraordinario fue cuando reflexioné sobre la gran cantidad de negocios que
había en la calle donde vivía.
En la calle La Corte,
en poco más de 50 metros, desde la esquina de la calle Malpica en dirección a
la estación, a finales de los 70 del siglo XX llegué a contar nada menos que
siete negocios; a saber: la fábrica de gaseosas de Ángel y su tienda de
ultramarinos en una esquina, en la otra la carnicería de Valentín, a continuación,
dos vaquerías (las de Joaquín y José), luego una fábrica de anea de Carmelo
Palmero y enfrente la peluquería de Loli. Todo eso en un tramo pequeñísimo.
Pero si caminabas un poco más en ambos sentidos, te
encontrabas, además, con dos bodegas, otra fábrica de anea y una prensa de
aceite. Y ya si te ibas al resto del barrio, veías aún más tiendas, vaquerías,
ganaderías ovinas y caprinas… Algo que me parece realmente insólito y asombroso.
Un auténtico hervidero de actividad en un barrio que, recordemos, no es
céntrico.
Y esto no ocurrió por casualidad. Es el reflejo de que la gente de este barrio siempre ha tenido un gran espíritu emprendedor. Personas que no se conformaban, que ponían en marcha sus ideas y levantaban negocios con trabajo y valentía haciendo de este barrio un lugar que ha sabido buscarse la vida, que ha creado, que ha movido la economía desde su rincón, sin hacer demasiado ruido, pero dejando una huella indeleble en Miguelturra.
Esta zona del barrio Oriente es la más alta del pueblo, y aquí apareció en época medieval el primer asentamiento humano (restos aparecidos y callejuelas lo atestiguan), por lo tanto podemos decir que en el barrio están los orígenes de Miguelturra. Luego aparecería otro asentamiento en la zona que ahora ocupa la plaza y alrededores. Ambos rodeados de lagunas. Con el tiempo, las lagunas se secaron y poco a poco se fueron uniendo ambos asentamientos conformando lo que ya conocemos como Miguelturra. Estoy convencido que el barrio desde esos tiempos siempre ha tenido, manteniendo su propia identidad, el firme propósito de integrarse en el pueblo y ser parte importante de él. Y así, con ese espíritu, llegó hasta casi finales del siglo XX.
Porque en 1988, se produce un hecho que transformó todo, la
creación de la Asociación de Vecinos del Barrio Oriente desencadenado, entre
otros motivos, por una situación muy curiosa en el que las mujeres, de nuevo,
tuvieron un papel fundamental. Se produjo una especie de motín de las mujeres
del barrio. Ocurrió que asfaltaron por primera vez la calle Oriente y, al
existir varias ganaderías de ovejas y cabras en la zona, cuando pasaban los
rebaños dejaban la calle llena de excrementos. El caso es que un buen día
salieron a la calle un grupo de mujeres y no permitieron el paso a los rebaños.
El lío fue tremendo, tuvo que intervenir la Guardia Civil, el Ayuntamiento y
una de las soluciones que surgieron de esta situación fue, precisamente, la de crear una
Asociación de vecinos para poder hacer más fuerza en las reivindicaciones del barrio. Ahí
comenzó todo.
Al año siguiente, en 1989, se creó la Hermandad de Nuestra
Señora la Virgen de la Salud, que al principio estaba integrada en la
Asociación.
La Asociación ha estado presidida por Carmelo Vargas (por
cierto, su viuda Inés es una representante genuina de barrio, luchadora,
trabajadora y muy buena persona), Santiago Muñoz, Antonio Rodrigo y María José
que es la que actualmente ostenta el cargo.
Con respecto a la hermandad, solo ha conocido dos
presidentes, la primera fue Satur Arévalo; mi vecina Satur; una mujer, por
cierto, que representa muy bien lo que es el barrio: tiene un gran carácter y
también un corazón inmenso, siempre dispuesta a ayudar y a echar una mano a
quien haga falta. Luego cogió el relevo Santiago Muñoz que es el actual
presidente y al que podriamos definir como un hombre mítico y una auténtica
referencia en estos lares por su labor, desempeño y trabajo en pro del barrio,
de la Asociación y de la Hermandad.
A todos los presidentes y presidentas y a todas las personas
que los han acompañado y ayudado en cada etapa muchas gracias, vuestra labor ha
sido maravillosa y a la vista está.
Y aunque no ha sido presidente, no quiero dejar pasar la
ocasión de mencionar a mi vecino Emiliano (que ha sido homenajeado en estas
fiestas) y al que considero como la auténtica personificación del barrio.
Emiliano, al igual que el barrio es un hombre con solera, 92 años le
contemplan, siempre alegre, siempre cantando sus cancioncillas flamencas,
siempre con una buena palabra o un chascarrillo para todo el mundo, trabajador
incansable, hombre afable y con un espíritu juvenil envidiable; exactamente
igual que el barrio.
También agradecer a los distintos ayuntamientos que han existido durante estos años su implicación, ayuda y apoyo
al barrio, sin ese apoyo hubiera sido imposible llegar a donde hemos llegado. También
me gustaría pedir y animar a los miembros del actual ayuntamiento y a los que
vengan después ese apoyo institucional a las reivindicaciones del barrio,
porque siempre hay cosas que mejorar.
Históricamente, y desde la creación de Asociación y Hermandad, el barrio, además de seguir integrándose en el conjunto del pueblo, también ha intentado hacer sentirse de él a todas las personas que lo habitan ofreciendo un espacio acogedor en el que nadie se siente extraño. Nada más formarse la Asociación, por ejemplo, las calles La Corte y Malpica fueron integradas rápidamente y, desde entonces, son parte de él. Recuerdo perfectamente cómo los que vivíamos en esas calles nos sentíamos ya del barrio y participamos en las primeras fiestas, en el año 1989 celebradas en la plazoleta de Susano, porque entonces aún no existía la calle Ermita, y mucho menos las nuevas calles y urbanizaciones que se han ido sumando progresivamente al barrio. Por cierto, unos de los primeros inquilinos de la calle Ermita fueron mis amigos José María y Toñi, maravillosa mujer y luchadora donde las haya y que es otro ejemplo de una persona que, como yo, nació en el barrio (calle Buque) y, tras una etapa fuera, volvió a él.
A principios del siglo XX nuestro ilustre paisano Francisco Rivas
Moreno fundó el partido regionalista manchego que, como objetivo principal, propugnaba
intentar arreglar los graves problemas que asolaban a los manchegos; para, una
vez satisfechas las necesidades de éstos, sumar la riqueza que se pudiera
generar al resto del territorio. La forma de actuar del barrio y su asociación
me ha recordado mucho a ese regionalismo de Rivas Moreno. Primero se luchó por
arreglar los problemas que había en el barrio y se consiguió que lo dotaran de
todo tipo de servicios e infraestructuras, pero una vez que se iban realizando
esos avances, el barrio y su asociación empezó a sumar en todo lo que el resto
del pueblo necesitaba. Y ahí ha estado siempre, apoyando a los más
desfavorecidos, haciendo campañas para mitigar desastres en otras poblaciones, recogiendo
alimentos para los más necesitados, realizando todo tipo de campañas solidarias, cursos y
charlas formativas, haciendo viajes culturales y ayudando y participando de
forma activa en todo tipo de fiestas y eventos que se organizan en Miguelturra.
En este sentido, el barrio y su gente siempre ha estado donde se la ha necesitado.
“Como recuerdo, barrio querido, aquellos tiempos de mi
niñez... Eres el sitio donde he nacido y eres la cuna de mi honradez” cantaba
Gardel con unos versos que puedo extrapolar a mi barrio.
Esa niñez compartida con mis amigos entre juegos y charlas en una calle por la que apenas pasaban coches. Por cierto, uno de esos amigos y vecino de toda la vida, Santiago Rubio, también ha seguido una trayectoria similar a la mía, de hecho, él ni siquiera se ha marchado del barrio pues creció en la Calle Malpica y de ahí, se trasladó a la calle Ermita donde vive actualmente. Esa niñez compartida con mis vecinos cuando entonces eran casi como familia; vecinos ya desaparecidos desgraciadamente como Carmelo, Crescen, Josefa, Maudilio, Gaspara, Guillermo, Santiago, Josefa, Valentín, Felicia, Manuela, Francisca... y de los que mantengo un gran recuerdo.
Esa niñez en la que había olores típicos que ya han
desaparecido. Los había buenos y malos, no os voy a mentir, pero me quedo con
los buenos como el olor de la anea que olía a río o a mí me lo parecía; el olor
a uva fermentada que, a finales de septiembre, tras la vendimia, salía de las
bodegas del barrio, el olor a pan y a dulces recién hechos cuando llegaba el
panadero, el olor a fruta en sartén en carnavales o a las comidas típicas de
Semana Santa.
Y no solo olores, también recordé sonidos de mi niñez como
el del paso de rebaños de ovejas, el del afilador, el de los niños jugando en
la calle, el de las vecinas hablando y riendo cuando tomaban el fresco en las
tardes de primavera o en las noches veraniegas, el del saxofón del amigo y
compañero de mi tío José, Luis, el Colodro que me dejaba ensimismado cada vez
que ensayaba… y otros puntuales en determinadas épocas del año, como el de
cánticos tradicionales y villancicos acompañados de zambomba en las hogueras
que se hacían en medio de la calle (evidentemente no estaban asfaltadas), los
sonidos de la estudiantina en carnaval, el del bombo de Maudilio cuando iba
recogiendo a los armaos la madrugada del viernes santo para la vigilia o el del
tambor de las banderas gremiales en las fiestas del Cristo o de la Virgen
cuando llegaban a casa a recoger a mi padre. Y, entre todos ellos, había un
sonido muy especial para mí y para el barrio, el del tren, porque el Barrio
Oriente, para muchas personas, será siempre el barrio de la estación.
Y es que a la gente más joven quizás le sorprenda, pero sí,
aquí, al otro lado de las vías enfrente del edificio que hace esquina entre la
calle Ermita y la Ronda de las Cañadas hubo una estación de ferrocarril, con su
edificio, con sus servicios y con su muelle de carga y descarga de mercancías.
Para mí, el tren, el ferrocarril ha sido un elemento muy
importante, no solo cuando echaba la imaginación a volar cada vez que veía u
oía pasar uno por estas vías y pensaba en grandes viajes, lugares idílicos y
aventuras, sino porque seguramente por él pertenezco a este barrio.
Mi abuelo materno, Alejandro Tomás nació en La Carolina, era
ferroviario y llegó a Miguelturra hacia la segunda década del siglo XX junto a parte de su familia que también lo
eran (por ejemplo, Isabel, la mujer que era guardabarreras en la calle La
Corte, era su sobrina y Antonia y Teresa que lo eran en el camino de Peralvillo
eran sus hermanas), se casó con Rafaela, hija de Soto (mi abuela) y vivieron en
la calle La Corte, en la misma casa en la que posteriormente yo nací.
Precisamente, uno de los primeros recuerdos que tengo de mi
infancia tiene que ver con mi abuelo que ya por aquel entonces había enviudado
y, tras casarse en segundas nupcias con Antonia, la hermana de Seve, - una
mujer estupenda y alegre como ella misma a la que le teníamos mucho cariño,
cariño que era recíproco - vivía en una casa que hacía de esquina entre las
calles Malpica y Botija y algunas tardes
de verano pasaba por mi casa, me recogía y me llevaba a la estación. Ya en la
estación, allí siempre estaba su amigo, el factor, que vivía en una vivienda
dentro de la propia estación y mientras ellos recordaban viejos tiempos, el
niño, yo, solía juguetear por el tramo que había entre la estación y el muelle
o por la oscura y sombría sala de espera. La tarde se ponía interesante si
alguien iba al muelle a cargar o descargar mercancía. Allí que estaba yo como
jubilado en obra atento a todos los movimientos, sin que se me escapara uno; y
ya, el culmen de la felicidad llegaba si paraba algún tren con pasajeros y el amigo
de mi abuelo, el factor, cogía su bandera y se ponía a hacer señales al
maquinista, mi ensimismamiento era supremo.
Hay una cosa que pensaba en esa época y que ahora he
recordado y es que yo tenía la sensación de que quién estableció la ubicación
de la estación le tenía cierta manía a Miguelturra. Las personas que la habéis
conocido, ¿nunca os ha llamado la atención lo lejos que la pusieron? Pero hay
algo aún mucho peor, ¿qué necesidad había de hacer la estación en la otra parte
de la vía? Obligando así a las personas a cruzar la mencionada vía con el
peligro y “desacarreo” que eso conllevaba. Y sin existir ningún impedimento
natural ni de otro tipo para haberla hecho, por ejemplo, justamente donde
actualmente finaliza la calle La Corte. ¿Conocéis algún caso igual? Desde luego
en las estaciones de los pueblos y ciudades cercanas no. En fin, es algo que
nunca he entendido.
El caso es que la estación de Miguelturra se inauguró el 14
de marzo de 1861 con motivo de la apertura del tramo de ferrocarril entre Ciudad
Real y Almagro y desgraciadamente se hundió en la década de los 80 con motivo
de la puesta en marcha del AVE, quedando actualmente solo algo de sus
cimientos, aunque por poco tiempo, ya que las hierbas y la tierra los harán
pronto desaparecer; algunos fragmentos de lo que fue el muelle y algún viejo
árbol que en su momento llegó a hacer de portería. Hace poco, pude conocer la
antigua estación de Socuéllamos y su muelle, que se ha convertido en un
espectacular centro cívico la primera y en un almacén el segundo. Y lo cierto
es que me dio cierta envidia y pena el pensar que esta estación, la nuestra,
podría haber tenido una vida muy útil actualmente. Pero así son las cosas
En esa estación, en sus 125 años de vida llegaron a ocurrir
muchos sucesos, algunos que parecen sacados de una película del oeste, como
apedreamientos al tren, asalto al tren de grupos carlistas, accidentes graves e
incluso mortales, disparos al tren, detención de presos, incendio de las
cosechas cercanas por un pasajero que fue apeado al no llevar billete, etc.;
pero también ocurrieron cosas agradables como el paso por ella de gente
notable.
Una de las personalidades que estuvo varias veces en esta
estación y en la que fue agasajado con el recibimiento de autoridades y
vecinos, banda de música e incluso con engalanamiento de la estación y suelta
de palomas fue Rafael Gasset Chinchilla.
Este hombre llegó a ser ministro hasta en nueve ocasiones,
además era un empresario periodístico (poseía uno de los principales periódicos
de la época El Imparcial) y también, abogado.
El motivo de esos recibimientos fue su estrecha relación con
esta zona y con Miguelturra, siendo su mayor contribución la construcción del
Pantano de Gasset (en principio pensado para regadío pero que acabó
abasteciéndonos de agua junto a otras localidades). Pero, además, también sacó
de un buen lío, ejerciendo como abogado, a dos médicos locales que habían sido
denunciados por un paciente, Daniel Sánchez Vizcaíno y Casio Clemente (hermano
mayor de la hermandad del Cristo, impulsor de la reforma de la cúpula de la
ermita del cristo, dueño de la recordada huerta de D. Casio en la carretera de
Ciudad Real y ejerció de médico durante casi 40 años en Miguelturra). La
Audiencia Provincial los condenó, pero recurrieron y el proceso llegó hasta el
Tribunal Supremo de Justicia en Madrid donde, defendidos por Rafael Gasset,
resultaron absueltos. Este proceso tuvo mucha repercusión, haciéndose eco de él
la prensa nacional y recibiendo el apoyo total de las asociaciones de médicos.
Además de los recibimientos en la estación, el ayuntamiento le
homenajeó con una placa en el antiguo ayuntamiento, dedicándole una calle (la
actual calle Carnaval llevó su nombre) y le nombró, según acta del 25 de
septiembre de 1900, hijo adoptivo (el único título de este tipo que ha otorgado
el ayuntamiento hasta la fecha). Hay que tener en cuenta que este título es la
máxima distinción que un pueblo o ciudad puede conceder a una persona no nacida
en la localidad (si es nacida en la localidad la máxima distinción es la de
hijo predilecto). No solo se le homenajeó en Miguelturra; por ejemplo, en
Ciudad Real se le dedicó el parque de Gasset y el pantano también lleva su
nombre (inicialmente de Navarredonda).
Pero, además, esta estación también recibió nada más y nada menos
que a una reina, y una de las de antes, del siglo XIX.
Pues sí, ocurrió el 9 de diciembre de 1866. Ese día la reina Isabel II y su esposo, el rey consorte D. Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, emprendieron una visita oficial a Portugal y durante el viaje en tren fueron parando en todas las estaciones que había en el camino donde iba siendo agasajada. En Miguelturra la estación fue engalanada para la ocasión y en ella fue recibida por los representantes del ayuntamiento, la banda de música y gran cantidad de personas. Aunque lo cierto es que la situación que se debió vivir debió recordar mucho a la que se produce en Bienvenido Mr. Marshall, el hecho es que está documentado por el propio cronista real que una reina de España estuvo en nuestra estación.
Aparte de estas anécdotas, lo realmente trascendental es que
esta estación tuvo una importancia vital en el desarrollo de Miguelturra y, por
ende, del barrio. Pues al hecho de que los miguelturreños y miguelturreñas
pudieron durante su existencia emprender viajes desde o hasta la estación hay
que sumar que; sobre todo a finales del XIX y principios del XX existían una
gran cantidad de empresas en Miguelturra (muchas más de las que pudiéramos
imaginar) como bodegas, fábricas de aguardientes y licores, curtidos,
alpargatería, aceite, etc. para las que la estación y su muelle fueron vitales facilitando
la importación y exportación de productos.
Sobre la estación y el barrio, hubo un ciudadano periodista
que escribió lo siguiente en una revista de Ciudad Real en el año 1919: “Apenas
hemos subido al tren…seguramente no han transcurrido cinco minutos, llegamos a
la estación de un pueblecito: es Miguelturra… al mirar por la ventanilla se ve
el hacinamiento de casucas y chozas que a primera vista se presentan. El
aspecto general es feo…”
Evidentemente en esta descripción se está refiriendo al
barrio Oriente, a la parte posterior de la propia calle Oriente que en esa
época estaba llena de huertos y zonas ganaderas. Debe ser que este hombre
estaba acostumbrado a ver en las cercanías de las estaciones de los pueblos de
La Mancha en esos años grandes palacios, monumentos y jardines versallescos. Y
lo que realmente resulta feo es lo que él dice sobre el aspecto del barrio, no
por lo que dice en sí, sino por el desprecio que se desprende de sus palabras
(hacinamiento, casucas, chozas). Lógico que los entonces vecinos del barrio
tuvieran en sus huertos y explotaciones ganaderas pequeñas construcciones
adecuadas a sus medios y posibilidades económicas que no serían muchas, por
desgracia. No obstante, quien lea el artículo entero deducirá que este hombre
tenía cuentas pendientes con gente de Miguelturra, de ahí su desprecio.
Y traigo este caso aquí porque, al leerlo, me he preguntado
¿qué pensaría este buen hombre si pudiera ver el barrio actualmente? Lleno de
casas y pisos nuevos, con jardines, con zonas infantiles, con zonas deportivas
con todo tipo de servicios e infraestructuras, con un centro cívico, con una
ermita, con unas fiestas del barrio. Seguramente se sentiría cuanto menos algo
avergonzado. Y a nosotros, esto nos sirve para recordar y darnos cuenta de la
evolución brutal del barrio desde entonces hasta la fecha y, sobre todo, en los
últimos años 40 años.
Evolución que ha tenido como protagonista a la Asociación, a sus dirigentes, a los distintos ayuntamientos que lo han apoyado y, sobre todo a su gente, la gente del barrio que es la que lo hace muy grande. Además, con un mérito añadido, porque crear algo es difícil, pero más lo es mantenerlo a lo largo del tiempo y en el barrio se ha conseguido: ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, ha sabido transformarse y seguro que sabe evolucionar hacia un futuro que esperemos sea cada vez mejor y más próspero.
Ya decía Sancho, y que razón tenía que “donde música hubiere, cosa mala no existiere”. "
¿Sentís ya la música?
¡Esa música es la energía de nuestras próximas Fiestas!
Preparaos para días de encuentros, buena compañía, bailes y actividades para grandes y pequeños, alegría a raudales y diversión sin límite.
¡Porque nuestro barrio sabe siempre cómo hay que celebrar… y estas fiestas serán inolvidables!"
¡Vivan las fiestas de la Virgen de la Salud! ¡Viva el Barrio
Oriente! ¡Viva Miguelturra!