MITOS Y LEYENDAS EN MIGUELTURRA: LA LEYENDA DEL ORO

Desde tiempos antiquísimos y remotos han ido resonando entre los habitantes de Miguelturra  increíbles, fantásticas y fascinantes historias  acerca de la posibilidad de que en las cuevas que abundan en el subsuelo de la población y, sobre todo, en la mina de Vizcayo hubieran existido antiguamente grandes tesoros y yacimientos de minerales preciosos como oro o plata. 

Lo cierto y verdad es que esos relatos, salvo alguno que sirvió como broma en una publicación digital satírica (12minutos.com) que hablaba del descubrimiento de un gran tesoro medieval procedente de la batalla de Alarcos en la mina del Vizcayo, se han ido difuminando en el tiempo y nunca jamás se supo de ellos. 

No obstante, todas esas historias no surgieron por generación espontánea, sino que tuvieron un origen, real o inventado, que pudo ser más o menos creíble. Posteriormente, el boca a boca y la imaginación hicieron el resto.

Precisamente, aquí traigo un hecho ocurrido en marzo de 1922 que se puede considerar como una de las fuentes de esta leyenda que nos ocupa, la leyenda del oro de Miguelturra.

En esas fechas, un señor llamado Guillermo Cabrera publicó un artículo en el periódico de tirada nacional, La Correspondencia de España, titulado: “¡Esperanzas! La salvación única de España”.

En él argumenta que su objetivo es salvar la economía nacional basándose en la explotación de nuestra gran riqueza minera, pues “en el subsuelo de varias zonas de España hay oro y plata bastantes para crear un Erario nacional próspero y grande y formar una nación digna e independiente”. 

A continuación se dispone a presentar pruebas documentales concluyentes para probarlo. Para ello asegura haber dejado incluso a un lado sus obligaciones laborales y, “como un nuevo Don Quijote de la Mancha, lanza en ristre”, estudió en archivos y bibliotecas documentos como libros y manuscritos antiquísimos el motivo de la grandeza de España, la riqueza y el desahogo económico en épocas anteriores, que posteriormente se fue apagando. Y concluyó que el motivo de esa riqueza era la gran cantidad de minas de oro, plata y otros minerales de gran valor que abundaban en el territorio español y que, en esas épocas, supieron descubrir, explotar y utilizar.

Para demostrarlo, asegura que leyó un manuscrito árabe (traducido en 1765 por Juan López Cancelada que poseía el ilustre malagueño José Azurmendi y que había llegado a sus manos gracias al minero de la Nueva España José Gurruchaga ) en el que se detallan todas las minas de oro y plata descubiertas por los árabes. Afirma que hay reales cédulas en los archivos de las Audiencias y antiguo Consejo de Castilla en las que se hacen las concesiones de todas estas minas que ratifican el manuscrito árabe. Con el paso del tiempo todas esas concesiones pasaron a particulares por lo que el estado dejó de explotarlas y de ahí que su lucha se centrara en convencer a los políticos nacionales para que adquirieran esos terrenos y los explotaran de nuevo y pudieran pasar al Erario público.  El resultado fue que chocó contra la indiferencia más absoluta o, como mucho, que le trataran de extravagante o loco.

Así, a través de este artículo pretende dirigirse a los alcaldes de los municipios donde supuestamente se encontraban esas minas para que colaboren en descubrirlas y explotarlas. 

Guillermo Cabrera relata todos los municipios del territorio nacional en los que se encontraban esas minas de oro y plata según el manuscrito árabe y, entre ellos, se encuentran dos de la provincia de Ciudad Real: Viso del Marqués y... ¡Miguelturra!

¿Qué ocurrió tras la publicación de este artículo en esos pueblos y ciudades donde supuestamente existían esas minas y, concretamente, en Miguelturra?

Podemos afirmar que el buen hombre “fracasó con todo éxito”. Los políticos locales reaccionaron igual que los nacionales, no hicieron absolutamente nada al respecto y, como mucho, solo sirvió como chanza o broma en alguna publicación provincial. Es el caso del periódico El Pueblo Manchego que publicó un artículo con tintes sarcásticos titulado “La piedra filosofal descubierta” en el que tacha a este hombre prácticamente de orate.

Y ahí finalizó el recorrido de esta historia y con él otras historias sobre la supuesta mina de oro en las cuevas de Miguelturra o en la mina de Vizcayo con su conocido boquete en el que, en realidad, solo hemos podido ver agua cuando la naturaleza tiene a bien gratificarnos con lluvias.

Una vez conocido el hecho, nos podemos preguntar si puede haber algo de verdad en esta historia y si realmente existió o existe la posibilidad de encontrar oro en el subsuelo de Miguelturra. A falta de una respuesta solo puedo aportar datos reales sobre los protagonistas de la historia.

Por un lado, nada se supo después acerca de la existencia del manuscrito árabe al que alude Guillermo Cabrera en su artículo. Lo que si conocemos es que Juan López Calcerrada fue un escritor y periodista leonés que vivió gran parte de su vida en México donde llegó a fundar un periódico y que al final de ella, ya en España, se interesó vivamente por la minería y tradujo obras de Federico Sonneschmid, prestigioso metalurgista y mineralogista alemán para el que, curiosamente, trabajó el minero José Gurruchaga.

Y por otro lado, ¿quién era realmente Guillermo Cabrera?, persona que afirmaba con total rotundidad la existencia de minas de oro y plata en Miguelturra, ¿en realidad era un loco extravagante?, ¿alguien que solo quería popularidad?

Veamos, Don Guillermo Cabrera Navarro, nació en Sacedón (Guadalajara) y se conoce, como curiosidad, que durante el transcurso de su vida se casó en dos ocasiones y tuvo ¡21 hijos! Quizás este dato visto desde la perspectiva actual no ayude mucho a desmontar la teoría de señor excéntrico.

Pero la realidad es que en su juventud hizo y terminó con éxito la carrera de Derecho. Tras finalizarla aspiraba a algo más y se presentó a las oposiciones de Notaría consiguiéndolo en 1899 con gran brillantez, algo que ya por esos años resultaba de una dificultad extrema. Así consiguió la plaza de notario en Nerpio (Albacete). Posteriormente, a lo largo de su vida profesional, llegó a ejercer como notario en Cúllar de Baza (Granada), Gaucín (Málaga), Angüés (Huesca), Villanueva de la Reina (Jaén), Alhama (Murcia), Albuñol (Granada), Elda (Alicante), Arahal (Sevilla), Carabanchel Alto (Madrid) y Jaén. Precisamente este artículo lo escribió cuenda era notario de Elda.

Pero además, siendo ya notario sacó, por puro capricho, la carrera de Registrador de la Propiedad y la de Juez.

Ahora, una vez conocidos los personajes de la historia y, especialmente, el currículum de este hombre nos pueden surgir algunas dudas, ¿realmente era una persona que no estaba en sus cabales?, ¿qué necesidad tenía este hombre con su prestigioso trabajo y reputación de afirmar algo así sin tener una base sólida?, o quizás... ¿puede haber algo de cierto en sus afirmaciones?

A la imaginación y credulidad de cada cual quedan las respuestas.


Fuentes: La Correspondencia de España (14/03/1922); El Pueblo Manchego (15/03/1922); miescribania.blogspot.com;12minutos.com.


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