MITOS Y LEYENDAS EN MIGUELTURRA: TARANTISMO

El tarantismo es un fenómeno complejo, conocido desde la Edad Media en Italia, en el que se entremezclan tres tipos de trastorno: los efectos orgánicos de la picadura de la araña viuda negra (latrodectismo), el baile desencadenado por la música de la tarantela (música que procede del sur de Italia) y alteraciones del comportamiento de carácter histérico. 

Una de las características principales del tarantismo era la reacción de los pacientes mordidos a una música muy específica, y sólo a ella: la tarantela, una música de ritmo muy vivo y recurrente. El tarantulado, que se encontraba muy afectado por los síntomas del latrodectismo, empezaba a moverse de una forma progresiva, bailando o saltando con fuerza, muchas veces de forma frenética, como si estuviera sano, lo cual le provocaba una importante sudoración. Tras varias horas, el enfermo se retiraba a descansar, para volver luego al baile una y otra vez hasta su curación.

El tarantismo se introdujo en España desde el reino de Nápoles antes de mediados del siglo XVIII y se extendió principalmente por La Mancha y Extremadura de donde son la mayoría de casos documentados en los que, ante un mordido por la tarántula, personas del pueblo o los propios médicos reclamaban a los músicos. Ya en 1756 había músicos en La Mancha que sabían tocar la tarantela.

En Miguelturra hay dos casos documentados en el siglo XVIII:

El primero lo relata D. Sebastián Serrano, cirujano, de Miguelturra. Cuenta que en Julio del año 1756 mordió la tarántula a una señora, Josefa Martín en el paraje conocido como Cabeza Jimeno. Desde ese lugar fue como una verdadera loca, insultando a cuantos encontraba, hasta su casa. Allí fue necesario encerrarla en una sala hasta que llegó Antonio Muñiz y empezó a tocar el son de la tarantela. Al oírle se sorprendió la enferma, y luego empezó a bailar furiosamente, siguiendo un copioso sudor, con lo que se sosegó. Se metió en la cama y continuó el sudor. A continuación, volvió a sonar la tarantela y se arrojó de la cama en camisa con movimientos convulsos. 

El segundo caso lo explica Don Cayetano Eclar y Murillo, médico de la villa de Miguelturra, cuenta que “a últimos del mes de Agosto del año 1782 , fue llamado a ver a Tomás García Rompegalas, de esta vecindad, de edad de 40 años, a quien había mordido una tarántula en las eras de mieses de un labrador de esta villa , al que encontré postrado en el suelo, afónico, convulso , representando un verdadero cataléptico con respiración dificultosa, cara y ojos rubicundos e inmóviles, pulso duro y magno, semejante al de los apopléjicos , y el lugar donde había picado este venenoso insecto estaba levemente inflamado con un círculo duro tuberculoso a manera del de los carbuncos , con unas ráfagas erisipelatosas por todo su ámbito. Estando en la casa del enfermo un vecino de esta Villa llamado Juan Cerdá templando una guitarra, a quien habían llamado para que le tocase el tañido que comúnmente llaman la tarantela por ser observación común en este país se curan los picados de estas arañas con la música de este tañido  y aunque me constaba por doctrina de graves y doctos autores ser la música el propio específico antídoto de los infectados con dicho veneno, quise experimentar por mí mismo la eficacia de dicho remedio; por lo que mandé al dicho Cerdá empezase a tocar su música, observando con exactitud lo que acontecía en el enfermo y vi con admiración que a poco tiempo de oír la tarantela empezó a mover los pies, guardando el compás del tañido  aumentándose dichos movimientos por muslos, brazos, tronco del cuerpo y cabeza con bastante violencia, tanto que llegaba a levantarse el cuerpo más de cuatro dedos; con cuyos movimientos sucesivamente aumentados llegó a levantarse de la cama saltando con un arreglo increíble, y moviendo a un mismo tiempo todas las partes de su cuerpo , lo que duró por el  tiempo de dos horas, al fin del cual cayó como exánime, Entonces mandé reponerle en la cama, y levemente abrigado se le administró una tisana diaforética, y sudó copiosamente quedándose libre del todo, y en su recto uso de razón, en cuyo estado permaneció hasta otro día por la tarde casi a la misma hora en la que le repitió el síndrome con los mismos referidos síntomas, y se socorrió del mismo modo sin repetirse  ni haber padecido desde entonces hasta el presente invasión alguna de esta naturaleza.”

Aunque posteriormente a esta época se generó una gran polémica sobre la naturaleza del tarantismo, negado como enfermedad orgánica por muchos ilustrados, los médicos españoles siguieron considerando durante muchos años la tarantela como la terapia más adecuada para los mordidos por la tarántula. A nivel popular esta terapia ha permanecido hasta la segunda mitad del siglo XX.

Fuentes: Tarantismo observado en España (Francisco Xavier Cid, Madrid, 1787). Aspectos neurológicos en la historia del tarantismo en España (Neurosciences and History, 2016; 4(3): 99-108).

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